lunes, 19 de octubre de 2009

Visión de polilla en la micro



Estaba tan loca niña, que no esperó a que abrieran las puertas y se metió como pudo, por la ventana semiabierta. Nada le dijo el chofer, ni le cobró pasaje. A lo mejor debe de ser de por aquí cerca y no debe ser la primera vez. Pero a mí me asustó y a más de un pasajero le llamó la atención. Si la hubieses visto niña, con su falda apolillada y su chaleco tieso y lleno de polvo. Una cara de crisis de pánico. Corrió por el pasillo hasta el fondo y luego se devolvió hasta el cobrador no-humano. Se asomaba por las ventanas y se golpeaba la espalda con ellas. En un asiento vacío se subió y comenzó a tocar las luces fluorescentes. Me tenía que bajar en el otro paradero y esta vieja con su show, nos tenía como prisioneros de su espectáculo. En la ridiculez del momento incluso pensé en acercarme, pero vaya usted a comprender a una vieja neurótica en una noche casi primaveral, dentro de una micro, que se tragaba el camino a unas 70 miradas por hora (70 m/h). El semáforo antes de mi bajada me miró agresivamente rojo. Tuve que sacarme esa rigidez natural que se instala en mi cuerpo cuando tengo miedo, y volar despavorida desde el techo hacia el pilar más cerca de la puerta de bajada. Cuando un pasajero me trató de aplastar, al esquivarlo, apretó de casualidad el botón que indicaba una parada solicitada. El mounstro infernal lleno de hombres zombies, se detuvo, abrió sus fauces y sali invencible, dejando atrás a la señora loca y a esa fauna tan extraña de seres inanimados. Niña nunca más. por mucha luz que tenga una micro, no es lugar para una polilla. Me conformó con vivir de este farol roto, donde nadie viene, y de donde nadie va.

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