lunes, 19 de octubre de 2009

El cóndor

radiomisterioso1

Como notará, mientras le hablo, no poseo elemento físico alguno, que provoque rubor a las damas. Alejado de la bondadosa mano de mi creador, me he visto obligado en contra de mi voluntad, a ejercer el don de la palabra, la artimaña del regateo, la estrategia del agotamiento, para lograr intimar más allá de la caricia, del piropo, con las féminas que me apetecen. Mi campaña es dudosa, pero no ilegal, aborrecida por algunos, calificada de morbosa por otros, condenada incluso por los más cercanos a mi persona. Pero la vida me da la razón cuando declaro que no se puede pestañear si uno quiere dormir calentito.

Por eso me siento como un depredador al acecho, un cóndor alerta, aunque algunos me rebajen al grado de buitre, carroñero. Los dejo llenarse la boca, con mi pulido nombre, para que a ver si de una vez por todas empiezan a pronunciarlo mejor.

Es cierto que he cortejado a las mujeres en velorios, salas de urgencias y accidentes de tránsito. A víctimas de asalto, violación, les he dado mis dos hombros para llorar. Mi asiento en la micro no lo regalo a cualquiera. En las filas de la farmacia saco más de un número por si acaso. Uno debe saber encontrar el momento, en que aparezca la mujer necesitada de mi cariño, aquella que vea más allá del arrugado traje que me han dado para vestir la vida. Uno debe saber reconocerla y desarmarla con elogios, tomarse todas las molestias, dedicarles el tiempo que uno no tiene.

Me reprochan y me apuntan con el dedo, porque siempre voy perfumado a todos lados, bien vestido bien peinado. Me sentencian porque saben en el fondo, que consigo lo que quiero, y que mi fórmula por fría que parezca, funciona y me entrego a mi tarea como muchos no han sabido hacerlo en su vida, con su dama, durante años.

Soy así, busco, encuentro, ataco. Las dudas no existen en mi código de conducta. Siempre será de respuesta un sí. Es mi don, y lo uso, así como usted usa su gracia, su porte gentil, y su perfil noblesco, con la misma infamia con la que me acusan de huesero .

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