lunes, 19 de octubre de 2009

Amor de otro planeta

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La conocí gracias a internet, ya me parecía extraña al leerla. Creía en la vida inteligente en Marte, al igual que yo. Hacía planes sobre qué hacer una vez que se fuese a vivir al planeta rojo, mientras que yo ya tenía la lista hecha con las cosas que debía llevar. Lunes y Viernes iba a clases de telepatía, yo los martes y Jueves. Descubrió mis intenciones antes que yo las de ella (su poder para leer la mente era mucho más avanzado). Decidió que yo podría ser su pareja en aquel viaje a marte, y yo decidí entonces que a nuestro segundo hijo le pondríamos Ray en honor al autor de las crónicas marcianas. El amor iba tan bien entre nosotros que después de unos meses compartiendo sueños decidimos vernos en persona. Su belleza no fue lo que me impresionó, sino su avanzado embarazo. Me dijo que lo habíamos hecho telepáticamente, que seríamos padres, y yo que ni siquiera le había rozado la piel, ahora tendría que pensar en pañales que soportaran la ingravidad del espacio.

Obviamente leyó aquél pensamiento de mi mente y como un globo su panza se desinfló. Me dijo que yo había sido el culpable, y que me olvidara de nuestro segundo hijo, y yo que ni siquiera alcancé a besarla, pensaba en la tediosa tarea de desembalar mi ropa guardada en cajas con rótulos que decían “RUMBO A MARTE”

y por eso doctor que estoy aquí. Quiero saber si con este preservativo que llevo puesto en la cabeza me podré salvar de tener hijos por telepatía y al mismo tiempo evitar que me lean la mente.

¿O necesito uno extra resistente?

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